El tráfico lento se ha convertido en una rutina para los tijuanenses, al grado de que las llamadas “vías rápidas” avanzan a paso de tortuga. La saturación vehicular y la falta de movilidad eficiente provocan retrasos que afectan a trabajadores, estudiantes y familias que intentan llegar a tiempo a sus actividades. La ciudad vive una congestión que parece no tener pausa.