Comer rápido es algo que muchos hacemos casi sin pensar — entre el trabajo, el celular y mil pendientes — pero no es un hábito tan inocente como parece. Más allá de ahorrar tiempo, esta forma de alimentarse puede estar ligada a cómo te sientes por dentro y también puede afectar a tu cuerpo.
¿Por qué una cosa come rápido siempre?
Cuando te zampas la comida sin prestar atención, tu cerebro y tu estómago no se entienden bien: normalmente tardan alrededor de 20 minutos en decir “ya estoy lleno”, pero si comes en menos de ese tiempo, puedes terminar comiendo más de la cuenta sin darte cuenta.
Además, comer rápido está asociado con estrés y ansiedad, ya que cuando estás preocupado o distraído tiendes a tragar más sin saborear ni registrar lo que comes. Eso puede hacer que sigas con hambre incluso cuando ya deberías estar satisfecho.
Y no solo eso: cuando no masticas bien, tu estómago tiene que trabajar más duro para digerir la comida, lo que puede causar acidez, gases o malestar. También hay estudios que muestran que quienes comen deprisa tienden a tener un mayor índice de masa corporal y mayor riesgo de problemas como la resistencia a la insulina o el síndrome metabólico a largo plazo.
En resumen, comer rápido no es solo “mala costumbre”: puede ser una mezcla de emociones (como ansiedad ), hábitos automáticos y el ritmo acelerado del día a día, y puede traer consecuencias si no nos damos un minuto para saborear lo que comemos.
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