Los temidos Vientos de Santa Ana, caracterizados por su aire seco, cálido y de gran velocidad, podrían volverse menos frecuentes en el noroeste de México y el suroeste de Estados Unidos, según recientes estudios climáticos. Sin embargo, los expertos advierten que el riesgo de incendios forestales no disminuirá; de hecho, podría agravarse.
Este fenómeno ocurre cuando un sistema de alta presión en la Gran Cuenca empuja aire frío hacia la costa, el cual se calienta y seca al descender por las montañas hacia regiones como Baja California y California. Aunque los vientos son un proceso natural, la crisis climática global está alterando su comportamiento histórico.
Se registran cambios en la temporada de vientos de Santa Ana Investigaciones publicadas en la revista Science muestran un cambio estacional notable: los Vientos de Santa Ana son ahora más comunes en diciembre y enero, y menos frecuentes en septiembre y octubre, cuando tradicionalmente se producían los incendios más devastadores.
El ecólogo de incendios Jon E. Keeley señala que este desplazamiento hacia el invierno podría reducir parcialmente el riesgo si las lluvias se mantuvieran estables. Sin embargo, esa estabilidad ya no está garantizada debido a los patrones climáticos alterados que acompañan al calentamiento global.
¿Cuál sería la nueva amenaza para esta temporada por el cambio climático?
La paradoja climática radica en que, aunque haya menos episodios de viento, las condiciones del terreno son mucho más secas y calientes. Las prolongadas sequías, combinadas con temperaturas extremas, han dejado una vegetación frágil y altamente inflamable.
Esto significa que cada evento de viento, por más breve que sea, puede actuar como un detonante de incendios masivos. “Con menos humedad en el suelo y plantas más secas, el fuego se propaga con mayor rapidez y es más difícil de controlar”, advierten especialistas en cambio climático.
En conclusión, los Vientos de Santa Ana pueden presentarse con menor frecuencia, pero su impacto potencial es más destructivo que nunca. La región enfrenta así una nueva realidad climática, donde el fuego y el viento siguen siendo una amenaza latente pese a los aparentes “descansos” de la naturaleza.
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