Lo que empezó como una simple celebración de cumpleaños se convirtió en una prueba de resistencia para los vecinos: la misma canción de felicitaciones sonó durante cinco horas consecutivas.
Hasta ahora, nadie ha explicado qué espíritu travieso permitió que este fenómeno musical se prolongara tanto, mientras los habitantes contaban los minutos para el final de la “maratón festiva”.