Eduardo Ramírez, gobernador de Chiapas, pasó de las bicicletas y la vida saludable a un romance público con garnachas y empanadas. Los impuestos a la comida chatarra no pudieron resistir su propia tentación, y él tampoco. Entre un baño de pueblo en puestos callejeros y destellos de lujo que parecen sacados de un tutorial de parkour social